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Según cuenta la tradición griega, el inventor de la llave y del concepto del cerramiento lo desarrolló Teodoro de Samos, en el siglo VI a. C, quien no sabía que ya se había inventado en Egipto. Pero lo cierto es que las primeras puertas con cerraduras datan de hace 4.000 años en Egipto, aunque se discute que los chinos fueron los primeros. Dichas puertas podían abrirse desde el exterior mediante llaves y candados que eran de madera. Pernos y pestillos de madera eran los que reaccionaban a la acción de las llaves.

Por otro lado, la evidencia más antigua de un candado ha sido encontrada en la ciudad de Nínive, en Mesopotamia. Los modelos de candados egipcios eran usados únicamente por personas ricas, pero fueron los griegos quienes perfeccionaron llaves y candados disponibles para todo el pueblo. Los romanos por su parte, crearon candados que eran capaces de abrirse con llaves que los dueños portaban como si fuesen anillos.

En el siglo X prácticamente todas las casas de Europa contaban con cerraduras y llaves de madera, aunque en las viviendas de personas adineradas poco a poco fueron utilizando metálicas.

Con el paso del tiempo, tanto las llaves como las cerraduras fueron evolucionando. Su avance y desarrollo hasta llegar a los elementos que conocemos en la actualidad se debió a la necesidad de seguridad y protección que había ido aumentando con el paso de los siglos.

En el siglo XX aparecen los mecanismos más sofisticados, que tenían como objetivo la complejidad, mejora de materiales y producción en serie. Asimismo, estos sistemas de cierre lograron grandes mejoras en los mecanismos internos de funcionamiento. Cuando se desarrolló la electrónica fueron apareciendo modelos codificados y se crearon los softwares que aportaron las contraseñas y los códigos, como se conocen en la actualidad. Estos programas informáticos con la codificación, permitieron acceder a los edificios por medio de claves personalizadas.